No está de más decir
que los indios siempre fueron maltratados y considerados como personas
inferiores debido a su desconocimiento en cuanto a la cultura occidental. En el
texto “Muerte Infernal” de Bartolomé de las Casas, se aprecia cómo usaban a los
indios para la búsqueda de perlas, se los llevaban a alta mar enviados junto
con un verdugo, quien era a su vez una especie de castigador, pues le amarraban
al cuello una cuerda con el fin de que no se pudieran escapar. Una vez amarados
los lanzaban a la búsqueda de las perlas, muchas veces eran agredidos por
resistirse al maltrato. Eso lo hacían desde la mañana hasta el anochecer,
algunos morían en el trayecto, pues algunos no tenían fuerzas suficientes para
estar sumergidos por largos periodos de tiempo bajo el agua, debido a la falta
de suministros alimenticios y otros, simplemente, porque eran devorados por las
bestias marinas que se encontraban en las profundidades del mar. Morían de una
manera trágica, sin fe, ni sacramentos, los blancos dejaban a un lado los
principios y la moral, acrecentando los deseos de avaricia y poder. Cabe
destacar que este es un tema que no se aleja de la realidad en la que
actualmente vivimos, aunque ya no directamente con los indios, pero si con las
personas de escasos recursos y poca formación académica, se aprovechan de
ellos, olvidando que, en la mayoría de los casos son personas nobles y con toda
la buena voluntad de ayudar al prójimo.
En el texto de
Carpentier El arpa y la sombra (1978), específicamente, en el capítulo “La mano”, se
nota con más énfasis la esclavización hacia los indios. Colón inicia con ellos
un tráfico ilegal de esclavos, sin importarle nada se llevaban a los hombres,
mujeres y niños para que se dedicaran al cultivo y a la ganadería, para ese
trabajo fueron muchos los indios que se llevaron a España. Por otra parte,
Colón en sus ansias de poder y gloria se embarcaba con ellos en sus
expediciones para que les mostraran el camino a donde tenían las reservas de
oro, los tenían engañados:
Pero ahora, luego de reconocer un tanto
la costa de esta Cuba, había
que seguir adelante en busca del Oro. De los siete indios que habíamos
capturado en la isla primera, dos se nos habían fugado. Y a los que nos quedaban
tenía engañados (seguían los embustes) negando que tuviese intenciones de
llevarlos a España para mostrarlos en la Corte, sino asegurándoles que los
devolvería a su tierra, con muy buenos regalos, en cuanto hallase alguna
cantidad importante de oro. (Carpentier, p. 54)
Los
mantenían borrachos dándoles vinos para que se les “aflojara” la lengua y de
esa manera les dijeran dónde se encontraban las reservas de oro. Colón sentía
rabia al notar que los indios lo tenían confundido y no le decían el paradero
de las minas de oro:
Y ahora, estos cabrones indios que no
hacían sino desorientarme: los de la
Española, acaso por alejarme de sus minas de oro.me decían siempre que
más allá, que más lejos, que lejos pero no tan lejos, que —”caliente, caliente,
caliente”, como en el juego de la candelita...— casi estaba a punto de llegar,
incitándome a proseguir la navegación; los indios que llevábamos presos, en
cambio, seguramente por temor de alejarse demasiado de sus isletas, me decían
que siguiendo tales consejos llegaría a tierras pobladas de caníbales que
tenían un ojo solo en cabeza de perros —monstruos que se sustentaban de sangre
y carne humana. Pero, con todas esas, quedábame yo sin saber del inmenso tesoro
que buscaba. (Carpentier, p. 56)
El
maltrato que se refleja hacia los indios en la obra de Carpentier, se hace más
intenso, no solo físico sino que también son agredidos verbalmente:
Y cuando los indios se hubieron
arrodillado ante Sus Majestades, gimientes y llorosos tiritantes y atarantados
(pidiendo que los libraran del cautiverio en que yo los tenia aherrojados, y
que los devolvieran a sus tierras,
aunque yo explicara que estaban emocionados y temblorosos de felicidad por
verse prosternados ante el trono de España), entraron algunos marinos míos,
trayendo pieles de serpientes y de lagartos de tamaño desconocido acá, además
de ramas, hojas secas, vegetaciones marchitas, las cuales mostré como ejemplo
de especias valiosas, aunque nadie tuviese ojos para mirarlas, tan fijos
estaban en los indios postrados — que seguían llorando y gimiendo— y sus
papagayos verdes, que, sobre la real alfombra carmesí empezaban a vomitar el
mucho morapio tragado. (Carpentier, pág. 60)
Estos
engaños y maltratos, realizados por Colón y su gente no tuvieron otra finalidad
más que el de poseer bienes, riquezas, poder y gloria y llegar a ser recordado
como el hombre que navegó hasta lograr su objetivo. Una vez más queda
demostrado que no importaba lo que hicieran con los indios, siempre y cuando
obtuvieran su propio beneficio.
Finalmente,
Carpentier en su novela nos presenta un Colón que aun estando en su lecho de
muerte no siente arrepentimiento de nada, de lo único que se lamenta es de no
haber alcanzado la fama ni el reconocimiento tal como él lo deseaba.
Colmenares Oriana
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